miércoles, 4 de abril de 2018

Una reflexión

A estas alturas de mi vida ya no entiendo nada y, al mismo tiempo, estoy abierta a encontrar respuestas donde nunca busqué. ¿Por qué a media edad sigo sin tener un peso saludable? ¿Genética? ¿Bloqueos emocionales? ¿Vida demasiado sedentaria? ¿Demasiada ingesta de hidratos? ¿Metabolismo relentizado? 
Sé que la base de mi alimentación es saludable.
Sé que, sin embargo, hago poca actividad y bebo poca agua.
Sé que soy una persona sensible.
Sé que en cada década de mi vida he tenido un proceso de gran adelgazamiento (más de 10 kgr) para luego volver a recuperarlos y aumentarlos: mi primera dieta fue con 11 años. No era una niña gorda, pero tampoco delgada. Era alta y más grande que mis compañeros. Debí perder unos 12 kgr. En la década de los 20 años perdí 30 kgr; en la década de los 30 perdí 10. Ahora estoy en la de los 40 y parezco haber sumado todo lo que bajé el resto de mi vida. Los únicos datos que recuerdo bien son los 67 kgr que pesaba con 20 años, los 56 kgr que llegué a pesar a los 25 (mi peso menor), los 86 que pesé hace 4 años después de perder 10 y la barbaridad que peso ahora. Se me ocurre creer que mi organismo está harto de tanto vaivén, de tanto sube-baja. Y aún sin padecer les típicas enfermedades del sobrepeso más dañinas (colesterol, diabetes, altos niveles de triglicéridos, etc), sí tengo mucho dolor de articulaciones y huesos (qué mochila más pesada voy acarreando por ahí!) y también algunos problemas ginecológicos tal vez provocados por altas cantidades de estrógenos, a su vez provocadas por la obesidad. También tengo hipertensión. 
Por tanto, ya no es un tema estético. Es un tema de salud, de energía vital. Es un tema de alta importancia.